Creo que todos recordamos la expectativa, la emoción y las ansias que teníamos al abrir nuestros regalos de Navidad. También recordamos lo bonito de las envolturas, aunque realmente no pasábamos mucho tiempo admirando la envoltura, porque en realidad lo que nos interesaba era lo que estaba adentro.
Ahora, imagina un regalo envuelto en espinas y cardos, o un regalo envuelto en papel duro y áspero. Al ver esta envoltura nunca pensarías que algo precioso podría estar adentro. ¿Cómo puede venir algo precioso envuelto en un papel de dolor?
Mi motivación al escribir este pensamiento es mostrarte que a pesar de la situación difícil por la que puedas estar pasando, y la frustración de no entender por qué lo estás pasando, hay una cosa que sí puedes entender, y es la más importante de todas:
Las explicaciones humanas nunca traerán a tu vida consuelo como el amor y la presencia de Dios lo puede hacer.
La verdad es que esto de escribir no es lo mío, así que te pido que pongas un poco más de atención a mi corazón que a la redacción misma. Quiero contarte algo personal, algo que me ha tomado tiempo digerir y trataré de comunicarlo de la manera correcta.
El año del 2013 ha sido sin lugar a dudas uno de los mas difíciles que a mi familia y a mí nos ha tocado vivir, a la vez, -no puedo pensar en otro año- donde la presencia de Dios ha sido tan cercana y palpable en nuestro hogar.
En el 2012, mi esposa Natalie quedó embarazada de nuestro segundo hijo, y a finales de ese mismo año dio a luz a un precioso bebé: Roby.
Dios nos concedió un pedacito de cielo a través de su vida. Aún estando en el vientre de Natalie podíamos sentir toda la felicidad que él nos traería. El día que nació nuestros sueños fueron realizados al tenerlo por primera vez en nuestros brazos.
Como papá me sentía muy emocionado por tener a mi primer hijo varón. Todo era perfecto: Teníamos a nuestra hermosa hija Elena y ahora la llegada de Roby venía a formar la combinación perfecta.
No hubo ninguna complicación durante el embarazo ni en el parto.
Cuando el pediatra lo revisó en el hospital, todo indicaba que Roby contaba con perfecta salud.
En su revisión de primer mes, todo indicaba que Roby estaba muy bien. De la misma manera en la revisión del segundo mes el pediatra nos comentó que Roby estaba creciendo muy bien y que se veía muy fuerte.
Al ver que todo parecía normal, el pediatra titubeó un poco al decirnos lo único extraño que notaba, y fueron dos cosas:
Primero, una línea horizontal en la palma de su mano izquierda (simian crease) y segundo, también notaba que cuando Roby tenía los ojos cerrados, se veían rasgados ligeramente hacia arriba, aunque cuando los tenía abiertos, se veían normales.
Estas dos cosas que el pediatra notó son características de personas con el Síndrome de Down. No hay nada en la vida que te puede preparar para escuchar esas palabras: Síndrome de Down…
El pediatra nos sugirió hacerle un examen de cromosomas, sin embargo, nos comentó que no nos preocupáramos ya que Roby no contaba con todas las características comunes de una persona con Síndrome de Down, y mencionó que sólo existía un 5% de posibilidad de que tuviera dicho síndrome. Lo que más convencía al pediatra que Roby estaba bien, era su tono muscular. (Normalmente los niños con este síndrome tienen un tono muscular bajo).
Los exámenes de cromosomas se llevaron a cabo y lo que iba a tardar una semana terminó convirtiéndose en tres semanas.
Esas tres semanas se sintieron como tres años de espera.
Durante ese tiempo estuvimos orando y creyendo que Roby estaba completamente sano y que esos resultados serían negativos.
El lunes 28 de Enero recibimos la llamada con los resultados que no queríamos oír; los exámenes resultaron positivos…
Escuchar el diagnóstico que nuestro hijo tenía Síndrome de Down fue devastador.
Como padres hubiéramos preferido que a nosotros nos pasara cualquier cosa, pero no a nuestros hijos. Estaríamos dispuestos a hacer cualquier cosa con el fin de que ellos contarán con salud perfecta.
Desde ese día y los meses consiguientes la vida se tornó muy difícil. Nos llenamos de dudas y cuestionamientos, pero a pesar de lo gris de nuestros días, nunca dejamos de sentir la presencia de Dios a nuestro lado.
La siguiente recomendación que nos hizo el pediatra fue que lleváramos a Roby con el cardiólogo. Algunos niños con el Síndrome de Down sufren de cardiopatía.
De nuevo el doctor no pensaba que Roby tendría ese problema de corazón ya que comía muy bien y estaba aumentando de peso.
Así que dos meses después de haber recibido el diagnóstico de su síndrome, recibimos otro golpe fuerte… el cardiólogo con palabras frías y secas nos dijo: “Su hijo tiene un hoyo en el centro de su corazón y necesita inmediatamente una operación”.
De nuevo, las preguntas penetraron nuestro corazón como una espada; la desesperación y la futilidad se adueñó de nuestras mentes; sin embargo, aunado a los sentimientos negativos una esperanza inexplicable tomaba vida en nuestro corazón.
En esos días era impresionante ver como nuestro Roby era tan fuerte y se mostraba como si no tuviera ningún problema.
El siguiente paso era prepararlo y prepararnos para una riesgosísima operación de corazón abierto. El cardiólogo nos comentó que si le iba bien con la cirugía, nuestro hijo estaría tomando medicamento toda su vida. A la vez no había ninguna garantía de que nuestro hijo saldría bien de la operación.
Días antes de la operación tuvimos la oportunidad de hablar con el cirujano que iba llevar a cabo la cirugía. Al ver cómo el doctor acariciaba la carita de nuestro hijo y nos decía que no nos preocupáramos, queríamos decirle tantas cosas pero sabíamos que nuestras emociones nos iban a ganar. Al final Natalie le dijo lo siguiente:
“Queremos agradecerte de antemano. Estamos absolutamente seguros de que Dios escogió tus manos para tocar el Corazoncito de nuestro bebé.”
El doctor se conmovió al punto de llorar con nosotros.
El lunes 8 de Abril muy temprano en la mañana, llevamos a nuestro pequeñito de 5 meses al hospital para ser sometido a su cirugía.
Nunca olvidaré los minutos antes de que se llevaran a Roby al quirófano. Natalie le estuvo cantando al oído y pudimos experimentar la presencia de Dios en una forma tierna, amorosa e incuestionable. Verdaderamente experimentamos una paz que no podemos explicar.
Ese día le entregamos a Dios la vida de nuestro hijo y le pedimos a Dios dirección y sabiduría para los doctores que lo operarían.
Finalmente uno de los doctores vino y se llevó a Roby para prepararlo para una operación que duraría 6 horas. Pudimos ver a Roby irse tranquilo con un gesto en su carita, como diciéndonos: “No se preocupen, El está aquí, no voy a estar solo en ese quirófano”. Obviamente para mi carne ese ha sido uno de los momentos más difíciles que me ha tocado vivir.
Cada hora el doctor salía para darnos algún avance de cómo iba la operación y cada vez que veíamos esas enormes puertas abrirse nuestro corazón se aceleraba, y es imposible no pensar en lo peor.
La espera fue eterna, pero podíamos sentir el respaldo y el amor de Dios a través de amigos y familiares.
Después de cuatro horas y media, el doctor salió para decirnos que habían terminado con la cirugía y que todo había salido bien.
El cirujano principal que atendió a Roby nos llamó a su oficina y con mucha emoción y con lágrimas en sus ojos nos dijo: “Su hijo salió excelente de la operación, aún mejor de lo que ellos habían planeado. Por tal motivo la cirugía termino antes de lo planeado.”
Ese momento ha sido uno de los mejores de toda mi vida, lo tengo grabado como algo sagrado en mi corazón. Jamás olvidaré ese sentimiento.
Sabemos que Dios plantó una semilla en el corazón del cirujano desde la primera vez que hablamos con él. Es sorprendente y emocionante ver cómo Dios nos puede usar aún cuando nos sentimos débiles y pensamos que no tenemos nada que dar, sin embargo, es en nuestra debilidad cuando Dios nos sorprende y nos damos cuenta que no tiene nada que ver con nosotros.
Después de llevarlo a un cuarto de cuidados intensivos y prepararlo para poder verlo, caminábamos hacia el cuarto con un millón de emociones por dentro, respirando mas fuerte con cada paso. Al llegar a la habitación, allí estaba nuestro Roby con una enorme herida en su pecho, rodeado de maquinas, conectado a cables y tubos de respiración por su boca. La escena era bastante fuerte, sin embargo no sentíamos tristeza, todo lo contrario, era una alegría mezclada con llanto de gratitud porque sabíamos que nuestro precioso bebé viviría. El rostro de Roby jamás se me olvidará porque tenía un color tan hermoso, tan caluroso.
Los primeros amigos en acompañarnos para verlo fueron Jesús Adrián y Pecos, detalle que nunca olvidaremos. Sin lugar a dudas puedo decir con toda seguridad que Dios estaba esa tarde en ese cuarto; había una paz que se podía respirar y su presencia era real. En ese momento lo único que pude decir llorando de alegría y con la voz quebrada al ver a Roby fue lo siguiente “Este niño nos va a hacer muy felices”. A pesar de que era un momento demasiado difícil, no podíamos evitar sentir una paz, fortaleza, gratitud y alegría inexplicable.
Algo que nos llenaba de paz era ver su semblante. Era como si solo estuviera durmiendo y no hubiera pasado nada. La fortaleza que mostraba era tan obvia que todos los que llegaban al cuarto lo notaban, tanto que esos días lo empezamos a llamar nuestro “Torito”.
La sensación de agradecimiento y gratitud después de la operación tomó un nuevo significado en mi vida. Gratitud con Dios por la vida de Roby, por mi familia, por mis padres, por mis amigos, por el aire, por la vida, por lo que hago, por las segundas oportunidades. ¡Por todo!
Definitivamente éste ha sido uno de los mejores días que hemos vivido Natalie y yo… Aprendí a vivir un día a la vez, a gozar y descansar en Dios, amar a mi hijo y a mi familia, a entrar en una nueva dimensión de confianza en Dios y dejar de preocuparme por el mañana. En un solo día aprendí a confiar en Dios más que todos los 30 años que tengo de cristiano.
Durante los días de recuperación Dios nos sorprendió aún más. Cada día que pasaba lo iban desconectando de máquinas, mangueras y las ayudas para respirar. Los doctores nos habían comentado que una cirugía de este tipo tomaría por lo menos unos 10 días de hospitalización. Sin embargo, al quinto día los doctores decidieron que Roby se encontraba muy bien y que podíamos llevarlo a casa.
Algunos de los doctores que al principio habían sido negativos y fríos fueron sorprendidos con la recuperación de nuestro hijo y cambiaron mucho su actitud.
Al salir del hospital sentíamos como si nuestro hijo hubiera nacido de nuevo, al manejar por la autopista lo hacía a una velocidad muy baja, la emoción de llevarlo a casa con bien era inexplicable… si eres padre entenderás de lo que estoy hablando.
Como cristianos muchas veces no nos gusta, o nos limitamos a contar cosas dolorosas porque pensamos que debemos contar solamente nuestras victorias… Pero debemos entender que contar nuestras pruebas trae consigo un crecimiento especial cuando lo hacemos, además de hacernos crecer bendice a los demás que pueden estar pasando por pruebas similares.
Mi hijo Roby ya va a cumplir 2 años y algunos se preguntaran por qué no escribí esto antes. La realidad es que me ha tomado tiempo poder asimilar nuestra situación y poder comunicarla efectivamente.
El amor perfecto de Dios nos ha abrazado y hemos podido encontrar esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
Cometemos un error al pensar que nada malo nos puede pasar, sin embargo vivimos en un mundo caído, la misma Biblia nos dice “En el mundo tendréis aflicción” lo bueno es que no termina allí, nos dice “Pero confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33.
La mayor prueba para nuestra fe, no es solamente que tan intenso adoramos a Dios en buenos tiempos, sino qué tan profundo confiamos en El en momentos obscuros.
Te invito para ver cada situación difícil que se te presente como una oportunidad para ver el amor de Dios manifestándose en tu vida, y que a través de esa situación puedas aprender a confiar en Dios en una manera que tu formación espiritual sea llevada a otro nivel. “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido.” Salmo 34:18
No tenemos duda que la vida de Roby es una relación providencial para nosotros, lo sabemos porque escuchamos y vemos a Dios a través de su vida. ¡No lo cambiaríamos por nada en el mundo! ¡Su vida nos trae alegría todos los días!
Mi esposa y yo podemos decir con una certeza inquebrantable que Roby ha sido de los mejores regalos que hemos recibido. Un precioso regalo envuelto en un papel de dolor. Me identifiqué tanto con esta frase que dijo Rick Warren después de la muerte de su hijo Mathew, que me adueñé de ella..
“En mi dolor, prefiero caminar con Jesús con todas mis preguntas, que caminar por mí mismo con todas mis respuestas”.
El vivir en un mundo caído significa que cosas malas y tristes nos sucederán, e igual que a nosotros a El le duelen. Sabemos que Dios no es el culpable de estas cosas. Nosotros hemos decidido seguir y amar a Dios sobre todas las cosas, y quizá no tengamos las respuestas de parte de El, pero contamos con su consuelo y descansamos en su providencia.
“Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría” Salmos 30:5